viernes, 31 de octubre de 2008

Don Juan Tenorio

























En el Teatro Español ha arraigado la sana costumbre de interpretar la obra de
José Zorrrilla (1817-93) Don Juan Tenorio (1844) en los escenarios de nuestra geografía nacional durante estos días cercanos a la solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre). Este drama ambientado en la ciudad hispalense durante el siglo XVI cuenta la profunda y divina historia de amor entre Don Juan y Doña Inés. Merece mucho la pena leer esta obra e introducirse en ella, aunque permitirme la gentil osadía de invitaros a asistir a su representación, ¡os aseguro que disfrutaréis mucho!, siempre será mucho mejor y provocará vuestro solaz deleite. El teatro es un género para ser interpretado en directo, no para ser leído, aunque la mayoría de las ocasiones no quede más solución que leerlo. Os dejo algunos de sus versos del tercer acto de la segunda parte:

Don Juan:
¡Oh! Arrebatado el corazón me siento
por vértigo infernal... Mi alma perdida 10
va cruzando el desierto de la vida
cual hoja seca que arrebata el viento.
Dudo... temo... vacilo... en mi cabeza
siento arder un volcán... muevo la planta
sin voluntad, y humilla mi grandeza 15
un no sé qué de grande que me espanta.

(Un momento de pausa)

Jamás mi orgullo concibió que hubiere
Nada más que el valor... Que se aniquila
el alma con el cuerpo cuando muere
creí... mas hoy mi corazón vacila. (...).
Pero, ¡qué veo!

¡Falta de allí su estatua...! Sueño horrible,
déjame de una vez... ¡No, no te creo!

Sal; huye de mi mente fascinada,
fatídica ilusión... estás en vano 30
con pueriles asombros empeñada
en agotar mi aliento sobrehumano.
Si todo es ilusión, mentido sueño,
nadie me ha de aterrar con trampantojos;
si es realidad, querer es necio empeño 35
aplacar de los cielos los enojos.
No; sueño o realidad, del todo anhelo
vencerle o que me venza; y si piadoso
busca tal vez mi corazón el cielo,
que le busque más franco y generoso. (...).

¿Conque hay otra vida más 85
y otro mundo que el de aquí?
¿Conque es verdad, ¡ay de mí!,
lo que no creí jamás?
¡Fatal verdad que me hiela
la sangre en el corazón! 90
¡Verdad que mi perdición
solamente me revela! (...).

Tarde la luz de la fe
penetra en mi corazón,
pues crímenes mi razón
a su luz tan sólo ve.
Los ve... y con horrible afán, 125
porque al ver su multitud,
ve a Dios en su plenitud
de su ira contra don Juan.
¡Ah! Por doquiera que fui,
la razón atropellé, 130
la virtud escarnecí
y a la justicia burlé.

Y emponzoñé cuanto vi,
y a las cabañas bajé,
y a los palacios subí, 135

y los claustros escalé;
y pues tal mi vida fue,
no, no hay perdón para mí.
¡Mas ahí estáis todavía

(A los fantasmas)

Con quietud tan pertinaz! 140
Dejadme morir en paz
a solas con mi agonía. (...).

¡Aparta, piedra fingida!
Suelta, suéltame esa mano, 160
que aún queda el último grano
en el reloj de mi vida.
Suéltala, que si es verdad
que un punto de contrición
da a un alma la salvación 165
de toda una eternidad,
yo, santo Dios, creo en ti;
si es mi maldad inaudita,
tu piedad es infinita...
¡Señor, ten piedad de mí!

Doña Inés:
No; heme ya aquí,

don Juan; mi mano asegura
esta mano que a la altura
tendió tu contrito afán,
y Dios perdona a don Juan 175
al pie de mi sepultura.(...).

Yo mi alma he dado por ti,
y Dios te otorga por mí
tu dudosa salvación. 190
Misterio es que en comprensión
no cabe de criatura,
y sólo en vida más pura
los justos comprenderán
que el amor salvó a don Juan 195
al pie de la sepultura.

En Barcelona, a 31 de octubre de 2008.

jueves, 30 de octubre de 2008

Corría el año: La guerra de la Independencia. C. Vidal (y II)

La pasada semana os presenté el primero de los dos vídeos de los programas que César Vidal elaboró para Libertad Digital TV sobre La Guerra de Independencia, que como sabemos este año se cumplen los 200 años de su inicio. Conocer nuestra propia Historia nos permite entender nuestro presente: ¡disfrutar de este capítulo!



En Barcelona, a 30 de octubre de 2008.

martes, 28 de octubre de 2008

El coche fantástico del Presidente del Parlamento de Cataluña

Es vox populi que el Muy Honorable Presidente del Parlamento de Cataluña, el Sr. Benach decidió introducir una serie de "extras" en su "modesto" coche oficial necesarios para desempeñar sus labores políticas (reposapiés, escritorio, televisión, mp3, ¿grifo de cava?, etc.)... por el módico precio de algo más de 9.000 €. ¡Vergonzoso! ¿Puede el segundo hombre de la Vida Pública catalana malgastar el dinero que tú y yo pagamos con nuestros impuestos? Algo me dice que no. Más bien, al contrario. Precisamente porque ostenta tan alto cargo ha de ser de los primeros en predicar con el ejemplo, especialmente en estos tiempos de crisis.

Las tareas políticas orientadas al servicio de los ciudadanos han de caracterizarse por la excelencia de su gestiones, por la prudencia de sus decisiones, por la oportunidad de satisfacer las necesidades de los ciudadanos a los cuales hay que escuchar -para ello hay que hablar con ellos, poniéndose a su nivel, y creo positivamente, que muy pocas personas pueden permitirse el lujo de gastar 9.000 € en "extras" en sus coches-, y por la capacidad de empatizar con las dificultades de las personas.

Es cierto que hoy el Sr. Benach ha pedido disculpas. Pero, ¿qué valor tiene? ¿No se le supone cierta capacidad de decisión en la administración de los Bienes Públicos? ¿No hubiese valido más no haber incorporado esos "extras"? Con esta actitud seguramente ha perdido autoritas entre sus votantes y ha acumulado mayor malestar entre el resto del electorado catalán. ¡Una lástima! ¡Esto es el paradigma de persona pública! ¡Qué pena! Os dejo con un breve vídeo que lo resume.





En Barcelona, a 28 de octubre de 2008.

lunes, 27 de octubre de 2008

Christifideles Laici. JP II (XX). Importancia de la política para todos

El hombre es social por naturaleza. A esta conclusión llegó Aristóteles hace ya más de 24 siglos, y demuestra que el hombre posee una vocación hacia la vida en comunidad, que el hombre tiene una llamada a vivir en constante relación con el prójimo que tiene a su alrededor. Esta verdad reafirmada por otros notables filósofos y pensadores a lo largo de la Historia del hombre choca con otras recientes filosofías que, por contra, defienden el definitivo individualismo del hombre (p. ej.: el existencialismo de Sarte, el relativismo del Idealismo de Kant o de Hegel, o el nihilismo de Nietzsche; por poner 3 ejemplos que influyen y orientan decisivamente nuestra occidentalizada y capitalizada sociedad).

Estas dos ideas antagónicas (a saber: 1) el hombre es social, y por tanto llamado a ponerse de acuerdo con los hombres con quienes convive para hacer una Sociedad mejor; y 2) el hombre es un ser individual, y por tanto el único modo de construir una Sociedad es buscando y satisfacer el propio interés individual) orientan dos modos de entender la política y todo aquello que tenga relación con la Vida Pública. Nosotros propugnamos que siempre será mejor construir una Sociedad entre todos, que busque el Bien común y no el "Bien" individual.

Este lunes rescatamos, como los lunes pasados, un fragmento de la exhortación Christifideles Laici del Papa Juan Pablo II (1988) en el que se nos anima a tomar conciencia de la importancia que tiene para cada uno de nosotros el participar en las cuestiones de la Vida Pública. Si nos despreocupásemos seríamos unos "idiotas" (que era el término latino que durante el Imperio Romano se empleaba para designar aquel que desatendía sus obligaciones sociales y políticas). Los subrayados son míos. ¡Espero vuestros comentarios!

Todos destinatarios y protagonistas de la política

42. La caridad que ama y sirve a la persona no puede jamás ser separada de la justicia: una y otra, cada una a su modo, exigen el efectivo reconocimiento pleno de los derechos de la persona, a la que está ordenada la sociedad con todas sus estructuras e instituciones.


Para animar cristianamente el orden temporal —en el sentido señalado de servir a la persona y a la sociedad— los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la «política»; es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común. Como repetidamente han afirmado los Padres sinodales, todos y cada uno tienen el derecho y el deber de participar en la política, si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles, tareas y responsabilidades. (...).


Son, en cambio, más que significativas estas palabras del Concilio Vaticano II: «La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan el peso de las correspondientes responsabilidades».


Una política para la persona y para la sociedad encuentra su criterio básico en la consecución del bien común, como bien de todos los hombres y de todo el hombre, correctamente ofrecido y garantizado a la libre y responsable aceptación de las personas, individualmente o asociadas. «La comunidad política -leemos en la Constitución Gaudium et spes- existe precisamente en función de ese bien común, en el que encuentra su justificación plena y su sentido, y del que deriva su legitimidad primigenia y propia. El bien común abarca el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección».


Además, una política para la persona y para la sociedad encuentra su rumbo constante de camino en la defensa y promoción de la justicia, entendida como «virtud» a la que todos deben ser educados, y como «fuerza» moral que sostiene el empeño por favorecer los derechos y deberes de todos y cada uno, sobre la base de la dignidad personal del ser humano.


En el ejercicio del poder político es fundamental aquel espíritu de servicio, que, unido a la necesaria competencia y eficiencia, es el único capaz de hacer «transparente» o «limpia» la actividad de los hombres políticos, como justamente, además, la gente exige. Esto urge la lucha abierta y la decidida superación de algunas tentaciones, como el recurso a la deslealtad y a la mentira, el despilfarro de la hacienda pública para que redunde en provecho de unos pocos y con intención de crear una masa de gente dependiente, el uso de medios equívocos o ilícitos para conquistar, mantener y aumentar el poder a cualquier precio.

Los fieles laicos que trabajan en la política, han de respetar, desde luego, la autonomía de las realidades terrenas rectamente entendida. (...). La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez "signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana". Al mismo tiempo —y ésto se advierte hoy como una urgencia y una responsabilidad— los fieles laicos han de testificar aquellos valores humanos y evangélicos, que están íntimamente relacionados con la misma actividad política; como son la libertad y la justicia, la solidaridad, la dedicación leal y desinteresada al bien de todos, el sencillo estilo de vida, el amor preferencial por los pobres y los últimos. Esto exige que los fieles laicos estén cada vez más animados de una real participación en la vida de la Iglesia e iluminados por su doctrina social. (...).


La solidaridad es el estilo y el medio para la realización de una política que quiera mirar al verdadero desarrollo humano. Esta reclama la participación activa y responsable de todos en la vida política, desde cada uno de los ciudadanos a los diversos grupos, desde los sindicatos a los partidos. Juntamente, todos y cada uno, somos destinatarios y protagonistas de la política. En este ámbito, como he escrito en la Encíclica Sollicitudo rei socialis, la solidaridad «no es un sentimiento de vaga compasión o de superficial enternecimiento por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos».

La solidaridad política exige hoy un horizonte de actuación que, superando la nación o el bloque de naciones, se configure como continental y mundial.


El fruto de la actividad política solidaria -tan deseado por todos y, sin embargo, siempre tan inmaduro- es la paz. Los fieles laicos no pueden permanecer indiferentes, extraños o perezosos ante todo lo que es negación o puesta en peligro de la paz: violencia y guerra, tortura y terrorismo, campos de concentración, militarización de la política, carrera de armamentos, amenaza nuclear. Al contrario, como discípulos de Jesucristo «Príncipe de la paz» (Is 9, 5) y «Nuestra paz» (Ef 2, 14), los fieles laicos han de asumir la tarea de ser «sembradores de paz» (Mt 5, 9), tanto mediante la conversión del «corazón», como mediante la acción en favor de la verdad, de la libertad, de la justicia y de la caridad, que son los fundamentos irrenunciables de la paz.


Colaborando con todos aquellos que verdaderamente buscan la paz y sirviéndose de los específicos organismos e instituciones nacionales e internacionales, los fieles laicos deben promover una labor educativa capilar, destinada a derrotar la imperante cultura del egoísmo, del odio, de la venganza y de la enemistad, y a desarrollar a todos los niveles la cultura de la solidaridad. Efectivamente, tal solidaridad «es camino hacia la paz y, a la vez, hacia el desarrollo». (...).


En Barcelona, a 27 de octubre de 2008.

jueves, 23 de octubre de 2008

Corría el año: La guerra de la Independencia. C. Vidal (I)

No podía pasar más tiempo sin presentar en este cuaderno de bitácora algún "post" sobre La Guerra de Independencia (1808-14), de la que celebramos durante este año el bicentenario de su comienzo, símbolo del profundo patriotismo que se manifestó en todo el territorio español contra el Imperio invasor francés de Napoleón.

Hoy, quiero rescatar para nuestra memoria y para nuestro deleite el primero de los programas que César Vidal preparó para abordar este tema. ¡Qué lo disfrutes!



El segundo, el próximo jueves.

En Barcelona, a 23 de octubre de 2008.

lunes, 20 de octubre de 2008

Christifideles Laici. JP II (XIX). Caridad para la solidaridad

Caridad para solidaridad. Estas palabras sintetizan perfectamente el fragmento que os presento hoy de la exhortación de Juan Pablo II Christifideles Laici, sobre la misión de los laicos en la Vida Pública (1988).

¿Acaso podríamos ser solidarios con nuestro prójimo si no somos capaces de entregarnos a él (esto es caridad)? Al analizar humanamente el significado de caridad nos encontramos con una realidad necesaria e inherente al hombre: el Amor (con mayúsculas). Porque el hombre necesita amar y ser amado. El Amor es causa primera de su felicidad. El Amor es causa primera de su realización como hombre. El hombre que ama (y en este caso, el hombre que es solidario, con lo que ello significa) satisface sus inquietudes interiores de construir adecuadamente la sociedad que le rodea. El hombre que es solidario coopera para erigir una comunidad de personas materializada en el bienestar del que se sabe rodeado de personas que "luchan sacrificadamente" por lograr la felicidad. Resumiendo: el hombre que ama, el solidario, procura que haya "paz y buenos alimentos" para todos los que le rodean.
Os dejo ya con Juan Pablo II. Los subrayados son míos. Espero vuestros comentarios.

La caridad, alma y apoyo de la solidaridad

41. El servicio a la sociedad se manifiesta y se realiza de modos diversos: desde los libres e informales hasta los institucionales, desde la ayuda ofrecida al individuo a la dirigida a grupos diversos y comunidades de personas.


(...). La caridad con el prójimo, en las formas antiguas y siempre nuevas de las obras de misericordia corporal y espiritual, representa el contenido más inmediato, común y habitual de aquella animación cristiana del orden temporal, que constituye el compromiso específico de los fieles laicos.


Con la caridad hacia el prójimo, los fieles laicos viven y manifiestan su participación en la realeza de Jesucristo, esto es, en el poder del Hijo del hombre que «no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mc 10, 45). Ellos viven y manifiestan tal realeza del modo más simple, posible a todos y siempre, y a la vez del modo más engrandecedor, porque la caridad es el más alto don que el Espíritu ofrece para la edificación de la Iglesia (cfr. 1Co 13, 13) y para el bien de la humanidad. La caridad, en efecto, anima y sostiene una activa solidaridad, atenta a todas las necesidades del ser humano.


Tal caridad, ejercitada no sólo por las personas en singular sino también solidariamente por los grupos y comunidades, es y será siempre necesaria. (...).


El voluntariado, si se vive en su verdad de servicio desinteresado al bien de las personas, especialmente de las más necesitadas y las más olvidadas por los mismos servicios sociales, debe considerarse una importante manifestación de apostolado, en el que los fieles laicos, hombres y mujeres, desempeñan un papel de primera importancia.


En Barcelona, a 20 de octubre de 2008.

viernes, 17 de octubre de 2008

Homenaje a la Guardia Civil en Santander

El pasado domingo, 12 de octubre, día de la Hispanidad y festividad de Ntra. Sra. del Pilar, Patrona de la Guardia Civil, tuvo lugar un homenaje a la misma en Santander, que consistió en la entrega de condecoraciones y desfile de las distintas secciones destacadas en la Comunidad Autónoma de Cantabria. Al acto asistió el Ministro del Interior y el Director General de la Policía y de la Guardia Civil. El Cuerpo de la Guardia Civil, fundado por el Duque de Ahumada (1844), fue arropado por numeroso público que le lanzó vivas y le tributó aplausos a medida que sus miembros cruzaron los Jardines de Pereda desde el Ayuntamiento.

DISAD, Asociación para la divulgación de la Hispanidad, fue una de las impulsas de este merecido homenaje al Cuerpo de la Guardia Civil por su infatigable labor de protección de nuestras carreteras y ciudades, por su loable labor de seguridad frente a las amenazas terroristas, etc. A tal efecto os dejo con un breve vídeo que DISAD ha elaborado en gratitud a todos sus miembros. ¡Viva la Guardia Civil!





En Barcelona, a 17 de octubre de 2008.

lunes, 13 de octubre de 2008

Christifideles Laici. JP II (XVIII). La familia

De nuevo, otro fragmento de la exhortación apostólica Christifideles Laici de Juan Pablo II, dedicado a la célula esencial de la sociedad, la unidad mínima que la construye y la fundamenta..., sí: la familia. Tener claro que es en familia dónde las personas crecemos es clave para encauzar el feliz desarrollo de nuestra sociedad. Así pues, adoptar políticas que no favorezcan su genuina naturaleza es ir contra la familia misma, y consecuentemente contra cada una de las personas que conforman nuestra humana comunidad social. Este texto nos permitirá considerar la necesaria valía de la familia como "ladrillo" vertebrador de la sociedad. Los subrayados son míos, ¡espero vuestros comentarios!

La familia, primer campo en el compromiso social

40. La persona humana tiene una nativa y estructural dimensión social en cuanto que es llamada, desde lo más íntimo de sí, a la comunión con los demás y a la entrega a los demás (...). Y así, la sociedad, fruto y señal de la sociabilidad del hombre, revela su plena verdad en el ser una comunidad de personas.


Se da así una interdependencia y reciprocidad entre las personas y la sociedad: todo lo que se realiza en favor de la persona es también un servicio prestado a la sociedad, y todo lo que se realiza en favor de la sociedad acaba siendo en beneficio de la persona. Por eso, el trabajo apostólico de los fieles laicos en el orden temporal reviste siempre e inseparablemente el significado del servicio al individuo en su unicidad e irrepetibilidad, y del servicio a todos los hombres.


Ahora bien, la expresión primera y originaria de la dimensión social de la persona es el matrimonio y la familia: (...) y esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión entre personas humanas. Jesús se ha preocupado de restituir al matrimonio su entera dignidad y a la familia su solidez (cf.r Mt 19, 3-9); y san Pablo ha mostrado la profunda relación del matrimonio con el misterio de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5, 22-6, 4; Col 3, 18-21; 1P 3, 1-7).


El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos. (...).


La familia es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor en la que el hombre «nace» y «crece». Se ha de reservar a esta comunidad una solicitud privilegiada, sobre todo cada vez que el egoísmo humano, las campañas antinatalistas, las políticas totalitarias, y también las situaciones de pobreza y de miseria física, cultural y moral, además de la mentalidad hedonista y consumista, hacen cegar las fuentes de la vida, mientras las ideologías y los diversos sistemas, junto a formas de desinterés y desamor, atentan contra la función educativa propia de la familia.


Urge, por tanto, una labor amplia, profunda y sistemática, sostenida no sólo por la cultura sino también por medios económicos e instrumentos legislativos, dirigida a asegurar a la familia su papel de lugar primario de «humanización» de la persona y de la sociedad.


El compromiso apostólico de los fieles laicos con la familia es ante todo el de convencer a la misma familia de su identidad de primer núcleo social de base y de su original papel en la sociedad, para que se convierta cada vez más en protagonista activa y responsable del propio crecimiento y de la propia participación en la vida social. De este modo, la familia podrá y deberá exigir a todos -comenzando por las autoridades públicas- el respeto a los derechos que, salvando la familia, salvan la misma sociedad.


Todo lo que está escrito en la Exhortación Familiaris consortio sobre la participación de la familia en el desarrollo de la sociedad y todo lo que la Santa Sede, a invitación del Sínodo de los Obispos de 1980, ha formulado con la «Carta de los Derechos de la Familia», representa un programa operativo, completo y orgánico para todos aquellos fieles laicos que, por distintos motivos, están implicados en la promoción de los valores y exigencias de la familia; (...).


Como demuestra la experiencia, la civilización y la cohesión de los pueblos depende sobre todo de la calidad humana de sus familias. Por eso, el compromiso apostólico orientado en favor de la familia adquiere un incomparable valor social. Por su parte, la Iglesia está profundamente convencida de ello, sabiendo perfectamente que «el futuro de la humanidad pasa a través de la familia».


En Barcelona, a 13 de octubre de 2008.

lunes, 6 de octubre de 2008

Christifideles Laici. JP II (XVII). Derecho libertad religiosa

Hoy, como todos los lunes, presentamos un texto que estimule la reflexión sobre cuestiones relacionadas con la Vida Pública. Últimamente estamos rescatando fragmentos de la Christifideles Laici de Juan Pablo II, que trata sobre la misión y vocación de los laicos en el mundo. He escogido un punto relacionado con el derecho que nuestra Constitución garantiza en su artículo 16 de libertad religiosa, y que recientemente el Gobierno de nuestro país ha manifestado que pretende reformar su regulación. Me pregunto, ¿habrá auténtica libertad religiosa si hay una Ley que regula cómo deben ser las manifestaciones religiosas? Los subrayados son míos. ¡Espero vuestros comentarios!


Libres para invocar el Nombre del Señor

39. El respeto de la dignidad personal, que comporta la defensa y promoción de los derechos humanos, exige el reconocimiento de la dimensión religiosa del hombre. No es ésta una exigencia simplemente «confesional», sino más bien una exigencia que encuentra su raíz inextirpable en la realidad misma del hombre. En efecto, la relación con Dios es elemento constitutivo del mismo «ser» y «existir» del hombre: es en Dios donde nosotros «vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17, 28). Si no todos creen en esa verdad, los que están convencidos de ella tienen el derecho a ser respetados en la fe y en la elección de vida, individual o comunitaria, que de ella derivan. Esto es el derecho a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, cuyo reconocimiento efectivo está entre los bienes más altos y los deberes más graves de todo pueblo que verdaderamente quiera asegurar el bien de la persona y de la sociedad. (...).


Todo lo que hemos dicho hasta ahora sobre el respeto a la dignidad personal y sobre el reconocimiento de los derechos humanos afecta sin duda a la responsabilidad de cada cristiano, de cada hombre. Pero inmediatamente hemos de hacer notar cómo este problema reviste hoy una dimensión mundial. En efecto, es una cuestión que ahora atañe a enteros grupos humanos; más aún, a pueblos enteros que son violentamente vilipendiados en sus derechos fundamentales. De aquí la existencia de esas formas de desigualdad de desarrollo entre los diversos Mundos, que han sido abiertamente denunciados en la reciente Encíclica Sollicitudo rei socialis [de Juan Pablo II (30/XII/1987)].


El respeto a la persona humana va más allá de la exigencia de una moral individual y se coloca como criterio base, como pilar fundamental para la estructuración de la misma sociedad, estando la sociedad enteramente dirigida hacia la persona.


Así, íntimamente unida a la responsabilidad de servir a la persona, está la responsabilidad de servir a la sociedad como responsabilidad general de aquella animación cristiana del orden temporal, a la que son llamados los fieles laicos según sus propias y específicas modalidades.


En Barcelona, a 6 de octubre de 2008.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Acció per la Democràcia

El pasado martes, 30 de septiembre, en el Colegio de Abogados de Barcelona tuvo lugar el acto de presentación de una iniciativa de modificación de la Ley electoral, que busca, concretamente, una elección directa de los diputados, representantes del pueblo. Esta propuesta de reforma está representada por la plataforma cívica Acció per la Democràcia con Josep Miró i Ardévol a la cabeza.

Os transcribo dos párrafos de su web que resumen sus intereses:
Acción por la Democracia es una iniciativa surgida de la sociedad civil de naturaleza plural, e independiente de toda organización. Las personas que se reunen en ella lo hacen con una única finalidad: trabajar para modificar la ley electoral de Cataluña, con el fin de conseguir una nueva legislación que garantice la elección directa del diputado en el marco de la proporcionalidad a la que obliga la Constitución Española, y a su vez que establece una serie de obligaciones del elegido, diputado o regidor, en relación a los electores, dirigidos a conseguir una vinculación a lo largo de los cuatro años, información y posibilidad de hacer llegar la voz de sus electores al candidato elegido. En definitiva consideramos un imperativo categórico el traspaso del peso actual a las direcciones de los partidos en la elección de los diputados a los ciudadanos, como una condición necesaria para mejorar la calidad de nuestra democracia. Acción por la Democracia limita su actuación a este único objetivo en términos que establece el Manifiesto (véase la sección Manifiesto en las pestañas superiores) y os emplaza a participar activamente en este cambio, tanto a través de los actos y las reuniones de trabajo como de la página web.
Esta propuesta cívica es ciertamente muy interesante y digna de consideración. Si lo pensamos bien, esta plataforma sale al quite ante una sociedad catalana que se caracteriza actualmente por su baja participación electoral y su alta abstención a la hora de ir a elegir a sus representantes. Acció per la Democràcia, con gran dosis de pedagogía, quiere estimular a la sociedad (concretamente a la catalana, aunque tiene vocación de abarcar a la nacional) a involucrarse en la vida política. Quiere hacer ver la importancia que tiene para cada uno de los ciudadanos el participar democráticamente en los comicios y en todo lo que le rodea.

Esto me parece muy positivo. Es necesario que cada uno de nosotros "se moje" en política. Como sabes, "política" es "la ciencia que se encarga de organizar la vida de las sociedades" (recuerda que "polis" significa "ciudad", actualmente podríamos traducir como "sociedad"). Todos vivimos en sociedad. Todos, queramos o no, quedamos afectados por las decisiones políticas que nuestros dignos representantes realizan. Así pues, no hay excusa para mirar hacia otro lado. No querer saber nada de la vida pública y de la realidad que la conforma es propia de "idiotas" (término que los clásicos utilizaban para designar a aquel que se despreocupaba de las cuestiones públicas que directamente le afectaban).

Así pues, no seamos "idiotas". Contemplemos la sociedad que nos rodea y ¡a delante! Piensa que tu sociedad, tu ciudad, tu barrio, tu círculo será mejor en tanto tú ayudes a mejorarlo. Un lema de Manos Unidas lo refleja muy bien: ¡Cambia tu vida, para cambiar el mundo!". Nadie sólo puede cambiar todo el mundo. Pero si trabajar por hacer más agradable tu ambiente y tus relaciones personales seguro que tu mundo ya está cambiando a mejor.

La única pega que considero que tiene la iniciativa de Acció per la Democràcia es que no tiene una sociedad con la "educación democrática" necesaria para adsorver su inteligente propuesta. La sociedad española en su periodo democrática ha "crecido" con un modo concreto de elección de diputados (marcada por la Ley electoral que se quiere modificar), y queramos o no, 30 años escogiendo a nuestros representantes de la misma manera calan en el pueblo y en el estrato político (que con seguridad no estará plenamente de acuerdo con esta iniciativa). Además, la idiosincrasia de la sociedad catalana (y española por extensión) ante cuestiones democráticas es "de comodidad": elegimos a unos representantes una vez cada 4 años y ya está. En España no tenemos costumbre de participación activa en la elección de los cargos políticos como lo pueden tener en Estados Unidos, en Reino Unido o en Suiza, por ejemplo. El pueblo español tiene que aprender cuál es genuino valor de la DEMOCRACIA con mayúsculas, a saber, cada ciudadano cuenta y es importante su colaboración a la hora de construir la sociedad en la que intentamos vivir en paz y felicidad. Estos son los dos retos. Queda mucho por hacer... ¿te animas?

En Barcelona, a 1 de octubre de 2008.