jueves, 16 de abril de 2009

Evangelium vitae. JPII (XVI): La dignidad del anciano ante la vejez y el sufrimiento

Durante los últimos jueves he estado trayendo fragmentos de la carta encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II (1995). ¡Aquí os presento otro! El tema de este documento, como sabes, es el valor y el carácter inviolable de la vida humana. Hoy, tras reflexionar el lunes pasado sobre la dignidad del ser humano no nacido, el Pontífice nos invita a reflexionar sobre la dignidad de los ancianos, culmen de toda vida humana en el tiempo. Las negritas son mías. ¡Espero tus comentarios!

«¡Tengo fe, aún cuando digo: “Muy desdichado soy”!»
(Sal 116, 10): la vida en la vejez y en el sufrimiento


46. (...), estamos en un contexto cultural y religioso que no está afectado por estas tentaciones, sino que, en lo concerniente al anciano, reconoce en su sabiduría y experiencia una riqueza insustituible para la familia y la sociedad. La vejez está marcada por el prestigio y rodeada de veneración (cfr. 2M 6, 23). (...).

Sin embargo, ¿cómo afrontar en la vejez el declive inevitable de la vida? ¿Qué actitud tomar ante la muerte? El creyente sabe que su vida está en las manos de Dios: «Señor, en tus manos está mi vida» (cfr. Sal 16, 5), y que de Él acepta también el morir: «Esta sentencia viene del Señor sobre toda carne, ¿por qué desaprobar el agrado del Altísimo?» (Eclo 41, 4). El hombre, que no es dueño de la vida, tampoco lo es de la muerte; en su vida, como en su muerte, debe confiarse totalmente al «agrado del Altísimo», a su designio de amor.

Incluso en el momento de la enfermedad, el hombre está llamado a vivir con la misma seguridad en el Señor y a renovar su confianza fundamental en Él, que «cura todas las enfermedades» (cfr. Sal 103, 3). (...).

47.
La misión de Jesús, con las numerosas curaciones realizadas, manifiesta cómo Dios se preocupa también de la vida corporal del hombre. "Médico de la carne y del espíritu", Jesús fue enviado por el Padre a anunciar la buena nueva a los pobres y a sanar los corazones quebrantados. Al enviar después a sus discípulos por el mundo, les confía una misión en la que la curación de los enfermos acompaña al anuncio del Evangelio (cfr. Mt 10, 7-8). (...)
, ningún hombre puede decidir arbitrariamente entre vivir o morir. En efecto, sólo es dueño absoluto de esta decisión el Creador, en quien "vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 28).

En Barcelona, a 16 de abril de 2009.

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