viernes, 16 de julio de 2010

José I escucha por primera vez la Salve Marinera

El domingo 10 de julio de 1808, José Napoleón, antes de partir desde San Sebastián hacia Tolosa, asistió a una Misa en la iglesia de san Ignacio presidida por el Obipo de la sede de la Bella Easo. Así nos lo narra el nuevo Rey de España y de las Indias:

“A la puerta del templo aguardaban, revestidos de pontifical, el obispo y los dignatarios eclesiásticos. A su vera 6 sacerdotes sostenían las varas de plata labrada de un palio. Es privilegio de los Reyes de España entrar bajo palio en las iglesias. Mi primer uso de una prerrogativa de la Corona. (…).

Al final de la ceremonia, cuando nos aprestábamos a salir, ocurrió el milagro. El sonido vibrante y poderoso de 100 voces varoniles retumbó en las bóvedas y en nuestros corazones. Las palabras y la melodía de la Salve [marinera], exaltadas por una fuerza y un empeño que se notaba brotar del fondo de los corazones de cada uno de los cantores. La melodía tierna pero anodina, que hemos cantado tantas veces, transfigurada en sublime ofrenda a la Madre de Dios. Las palabras dichas, gritadas, como sólo puede hacerlo un hijo a su madre. Ni en la ópera de Paris ni ante los coros del Vaticano he sentido una emoción semejante. Ha hecho renacer en mi corazón adormecido la esperanza en la Virgen, que a los Bonaparte nos inculcó de niños nuestra madre. Hace mucho tiempo que no me ha pasado por las mientes pedirle algo a la Virgen. Hoy he vuelto a hacerlo, de un modo vergonzante, casi a hurtadillas de mí mismo. Le he pedido por España.

Mirando al coro, vi que estaba abarrotado de hombres vestidos a la manera del pueblo, Pregunté a los que estaban a mi vera:

– ¿Quiénes son?

– Majestad, son los pescadores, que tienen por costumbre ofrendar la Salve marinera”.

Tomado de: J. A. Vallejo-Nágera, Yo, el rey, Planeta, Barcelona, 1985, 211-212.
En Santoña, junto a la mar, el 16 de julio de 2009.