miércoles, 13 de abril de 2011

Crónica del Ciclo de conferencias, Juan Pablo II el Magno

El Ateneo de Santander acogió los pasados días 29, 30 y 31 de marzo el ciclo de confe-rencias Juan Pablo II, el Magno organizado por el Centro de Santander de la ACdP con motivo de su próxima beatificación.

El primer día, la sesión fue presidida por el Presidente del Ateneo de Santander, Carlos Galán, quien con sentidas palabras de acogida manifestó su satisfacción por albergar un ciclo de esta magnitud e importancia social, porque las sedes ateneístas –afirmó– no están llamadas a cerrar las puertas al diálogo sino más bien al contrario. A continuación intervino el Secretario del Centro de Santander y Consejero Nacional, Javier Almagro para presentar el ciclo y al ponente del día, Francisco José Serrano, quien habló de España tierra de María. La Iglesia en España 1978-2005. El Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid expuso algunas de las sentencias más relevantes que Juan Pablo II “legó” a la Iglesia en España, a modo de “testamento espiritual”, contextualizando su significado y valía en razón del momento histórico que vivía España (“Vengo atraído por una Historia [la de España] de tanta fidelidad” (1982), “Salid a la calle, vivid vuestra fe con alegría en la familia, en la escuela en la vida política” (1993), “España, tierra de María” (2003) y “Se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo” (2003)).

La segunda jornada fue protagonizada por José Luis Restán, presentado por el también periodista local Gervasio Portilla, con la conferencia: Abrid de par en par las puertas a Cristo. El pontificado. El Directo editorial de COPE nos puso en antecedentes histórico-sociales y biográficos de Juan Pablo II llegando a la conclusión de que su elección como Papa no fue casualidad sino que se puede ver tras ella “la mano de Dios”. El periodista subrayó el valor del don de comunicación que Juan Pablo II poseía para transmitir el mensaje de Jesucristo. El Papa viaja “desde el centro romano hasta las periferias del mundo” –sostuvo– para “recoser la red del tejido social de la Iglesia, como es propio de su oficio de pescador de hombres”, logrando por ello que la Iglesia volviese a la escena del panorama social de la Europa Occidental del que había desaparecido. Por último, nos recordó que ante el crecimiento del nihilismo en la sociedad, Juan Pablo II ideó “la Nueva Evangelización” y “la Cultura de la Vida”, y que durante el final de su pontificado, lo esencial de su vida fue que vivió la fe, al esperanza y la caridad, y que esto es finalmente lo que cuenta, y que precisamente, por esto, subirá a los altares.

La tercera, y última, sesión contó con Miguel Ángel Velasco que presentó la conferencia Juan Pablo II, el Magno, siendo presentado por el socio del centro de Santander, Alfredo Alonso. El actual Director de Alfa y Omega, con cercanía y “sin miedo a ser valientes” (como le pidió el mismo Juan Pablo II), nos confió algunas de sus experiencias vividas junto al Papa Wojtyla en sus muchos viajes por el mundo durante su etapa como corresponsal en Roma y El Vaticano. Por activa y por pasiva, reiteró la grandísima calidad humana de este pontífice. “Juan Pablo II se centraba para hablar, aunque sólo fuera un minuto, pero contigo”. El veterano periodista recordó que Dios también tiene derechos en la vida pública (como también los tiene en la vida privada), aunque la Sociedad quiera apartarle de ella. “Lo nuestro” es la esperanza, “lo nuestro” es, como todo lo grande que crece, el amor. Durante el primer viaje a España (1983) Juan Pablo II afirmó que mientras haya monjas de clausura nada prevalecerá contra la Iglesia, y que hay que evitar los particularismos que puedan provocar su quiebra. Don Miguel Ángel reflexionaba que a los cristianos no nos pueden creer si estamos desunidos; y estamos desunidos; nuestro prójimo no volverán a los cristianos hasta vernos unidos, ¡y harán bien en no creernos hasta entonces! En una actitud de confesión nos comunicó que, de entre todas las imágenes de Juan Pablo II, se quedaría con su último Viernes Santo, cuando estuvo agarrado a la cruz durante el Vía Crucis, su testimonio es la mejor de las encíclicas hecha vida. Por último, y a modo de despedida, nos pidió que “no aceptéis como amor nada que carezca de verdad” y “no aceptéis como verdad nada que carezca de amor”.