domingo, 1 de mayo de 2011

Juan Pablo II y la Cultura























Hoy -seis años y un mes después de su muerte y durante el día de la Solemnidad de la Divina Misericordia, institucionalizada por él- han beatificado al Papa Juan Pablo II, conocido en el siglo como Karol Kojtyla.


Sirva este post como sencillo reconocimiento y como acción de gracias. Para un día tan singular he querido rescatar para deleite de nuestro entendimiento un fragmento del discurso a los intelectuales y al mundo de la Cultura de 23/I/1998, durante su viaje a Cuba. Me parece que las ideas que emanan de él son muy sugerentes, de rabiosa actualidad y que, además, pueden ser aceptadas por cualquier persona. Sirva este pequeño texto para pregustar los muchos que el ya beato nos legó para fundamento y promoción de la cultura y, consecuentemente, libertad humana. Aquí os lo dejo. Las negritas son mías. ¡Se agradecen los comentarios!






"La cultura es aquella forma peculiar con la que los hombres expresan y desarrollan sus relaciones con la creación, entre ellos mismos y con Dios, formando el conjunto de valores que caracterizan a un pueblo y los rasgos que lo definen. Así entendida, la cultura tiene una importancia fundamental para la vida de las naciones y para el cultivo de los valores humanos más auténticos. La Iglesia, que acompaña al hombre en su camino, que se abre a la vida social, que busca los espacios para su acción evangelizadora, se acerca, con su palabra y su acción, a la cultura. La Iglesia católica no se identifica con ninguna cultura particular, sino que se acerca a todas ellas con espíritu abierto. Ella, al proponer con respeto su propia visión del hombre y de los valores, contribuye a la creciente humanización de la sociedad. En la evangelización de la cultura es Cristo mismo el que actúa a través de su Iglesia, ya que con su Encarnación «entra en la cultura» y «trae para cada cultura histórica el don de la purificación y de la plenitud» (Conclusiones de Santo Domingo, 228).






«Toda cultura es un esfuerzo de reflexión sobre el misterio del mundo y, en particular, del hombre: es un modo de expresar la dimensión trascendente de la vida humana» (Discurso en la ONU, 5/X/1995, 9). Respetando y promoviendo la cultura, la Iglesia respeta y promueve al hombre: al hombre que se esfuerza por hacer más humana su vida y por acercarla, aunque sea a tientas, al misterio escondido de Dios. Toda cultura tiene un núcleo íntimo de convicciones religiosas y de valores morales, que constituye como su «alma»; es ahí donde Cristo quiere llegar con la fuerza sanadora de su gracia. La evangelización de la cultura es como una elevación de su «alma religiosa», infundiéndole un dinamismo nuevo y potente, el dinamismo del Espíritu Santo, que la lleva a la máxima actualización de sus potencialidades humanas. En Cristo, toda cultura se siente profundamente respetada, valorada y amada; porque toda cultura está siempre abierta, en lo más auténtico de sí misma, a los tesoros de la Redención".






En Santander, a 2 de mayo de 2011.