miércoles, 21 de noviembre de 2012

Cádiz, 1812. Guerra. Nación. Revolución. Conferencia de Dr. José Peña en Santander

“¿No se han enterado, todavía, que Cádiz es una de las fechas más europeas de España?”.

Así puede sintetizarse la brillante conferencia “Cádiz 1812. Guerra. Nación. Revolución” pronunciada por el doctor José Peña González ‒director del Instituto de Humanidades Ángel Ayala CEU y catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad San Pablo CEU‒, y organizada por el Centro de Santander de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), dentro de los eventos que la Asociación ha preparado con motivo del bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812, y celebrada el 21 de noviembre de 2012.



A modo de introducción y como presentación del ponente dirigí estas breves palabras:

"Los bélicos acontecimiento de principios del siglo XIX aceleraron una respuesta “a la española” a la crisis intelectual europea que zarandeada por la filosofía de la Ilustración arrancó durante el pasado siglo XVIII. Así, la Constitución de Cádiz de 1812 fue erigida como marco jurídico para intentar dar respuesta a los acontecimientos causados por la Guerra de la Independencia y que afectaron a los ámbitos de lo social, de lo ideológico y de lo político.
Para dar luz sobre esta cuestión contamos entre nosotros con el Dr. José Peña González, quien tan generosamente ha aceptado la invitación del Centro de Santander de la ACdP para dirigirnos una conferencia bajo el título: Cádiz, 1812. Guerra. Nación. Revolución.
El Dr. Peña es licenciado y doctor en Derecho (UCM), Ciencias Políticas (UCM), Historia Contemporánea (Univ. de Alcalá) y Ciencias de la Información (Univ. Rey Juan Carlos), obteniendo en todos los doctorados la calificación de sobresaliente cum laude.
Ha sido decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y vicerrector de Alumnos de la Universidad San Pablo CEU, en donde ha ejercido la docencia durante más de 40 años como catedrático de Derecho Constitucional. Actualmente es director del Instituto de Humanidades Ángel Ayala CEU de esta misma Universidad.
Pertenece, entre otras instituciones académicas, a la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y a la Real Academia de la Historia.
Su producción bibliográfica es singularmente abundante. Toca múltiples áreas del conocimiento humano, aunque en especial cultiva el pensamiento jurídico y político. Permítanme algunas breves menciones: más de 20 monografías, p. ej.: Los grandes temas del Derecho Político (1985), Historia Política del Constitucionalismo Español (1995), o Monarquía, Transición y Constitución (2008); más de 130 publicaciones en estudios y trabajos colectivos, destaco solamente algunas que se ciñen al tema de esta tarde-noche: Cádiz, 1812. Una de las fechas europeas de España (2008), Cádiz: apertura de España a la modernidad (2011), o Cádiz: respuesta española a la crisis europea (2012).
Además, nuestro ponente ha colaborado en prensa escrita y digital (La Opinión Digital), en esta última sobresalen sus más de 1.000 artículos sobre arte, crítica de libros y actualidad socio política. Asimismo, ha pronunciado múltiples conferencias sobre su especialidad tanto en sede académica, universitaria y otros foros. Doctor, suya es la palabra".



Presento a continuación las principales ideas que el Dr. Peña expuso al numeroso y entregado auditorio que acudió al salón de actos del Ateneo de Santander, que contó con la presidencia de su vicepresidente, don Orestes Cendrero Uceda.
Numeroso auditorio en el Ateneo de Santander para asistir a la conferencia del Dr. Peña.

La Constitución de Cádiz fue una respuesta “a la española” de la profunda crisis moral, intelectual y política que sufrió Europa durante el siglo XVII y que se manifestó abiertamente en el siglo XVIII. Llegó un momento en el siglo XVII que, a nivel intelectual, toda Francia y, consecuentemente, toda Europa, pensaba como Bossuet y como Voltaire. Este hecho ‒afirmó el Dr. Peña citando la obra de Paul Hazard, La crisis de la conciencia europea (1680-1715)‒, supuso una auténtica revolución que afectó a todos los niveles. Este cambio ideológico también llegó a España, porque España no fue “un islote aislado” sino que “¡también tuvo su Ilustración!”, caracterizada por sus contenidos religiosos católicos y que la diferenciaron de la Ilustración francesa y austriaca. Esas singulares connotaciones subyacentes se mostraron claramente en la Constitución de Cádiz (artículo 12: “La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera”).

España a principios del siglo XIX se vio inmersa en una guerra ‒“en una cruzada”‒ de carácter europeo porque no solo es España quién lucha contra Napoleón, sino que también están en armas Alemania y Rusia. En este contexto bélico, encontramos cuatro interpretaciones de cómo tiene que ser el marco jurídico que ha de regular la convivencia de los españoles y que se corresponden con cuatro grupos sociales que tratarán de influir en el diseño de la futura Constitución:
El primer grupo, los “afrancesados” (p. ej.: duque de Santa Fe) disponían de una buena preparación intelectual, aunque estaban convencidos de las bondades de las tesis de la Revolución Francesa de 1789; fueron los encargados de diseñar la Constitución de Bayona de 1808, pero esa Constitución hubiera sido una buena solución en el siglo pasado, durante el reinado de Carlos IV, por lo que llegó tarde en el tiempo.
El segundo grupo corresponde a los “tradicionalistas” o “reaccionarios” (p. ej.: el Filósofo Rancio, el Padre Isla, el Abate Marchena), como los anteriores también poseían una buena preparación intelectual, este grupo intuyó que si las tesis liberales se imponían en la futura Constitución la gran perjudicada sería la Iglesia, “oliéndose, así, con anticipación las desamortizaciones de Mendizábal”.
El tercer grupo social, los “reformistas” (p. ej.: Jovellanos) que buscaron “poner en marcha lo que ya había en la legislación española” en vez de innovar: “hay que adaptar la legislación a las nuevas circunstancias de los nuevos tiempos del siglo XIX”; este grupo fue el gran perdedor porque su postura no fue tenida en cuenta.
Y el cuarto y último grupo fue el denominado como los “doceañistas” (p. ej.: Muñoz Torero, Argüelles); beben intelectualmente tanto de la cultura francesa como de la británica; harán prevalecer sus enfoques; presentaron como solución para la redacción de la carta magna el que ésta debe partir desde dos principios: la soberanía nacional y la división de poderes. Así, se fue elaborando una constitución de influencia doctrinal francesa, que sigue el modelo de “Nación” de Sieyès (artículo 1), concepto que se fundamenta en el de “soberanía nacional”, y no el modelo de Rosseau, basado en la “soberanía popular”. La Religión Católica sería totalmente aceptada porque formaba parte de la conciencia social de España, pero las sucesivas constituciones progresivamente irán relajando la presencia e importancia del catolicismo.

Finalmente, el Dr. Peña, concluye afirmando que Cádiz fue el germen del liberalismo español posterior.

Agradezco desde estas líneas las instantáneas realizadas por J. M. Mochales.

Santander y 21 de noviembre de 2012.

martes, 2 de octubre de 2012

Breve semblanza histórica de la Ruta de los Foramontanos

El próximo sábado 6 de octubre en Cabezón de la Sal (Cantabria) se va a celebrar el Ier encuentro "tuitero" de la Ruta de los Foramontanos. Este singular evento bien merece ofreceros una breve reseña histórica a modo de resumen sobre esta Ruta. Confío en que pueda estimular vuestro espíritu viajero para que podáis acercaros al valle de Cabuérniga desde donde se inicia esta Ruta. Allá vamos.
 
La invasión musulmana de la península Ibérica del siglo VIII derrocó el régimen visigótico y provocó que la actual Cantabria, al abrigo del rey Alfonso I (739-757), hijo del duque Pedro de Cantabria y yerno del histórico rey astur Don Pelayo, acogiera tras sus montañas a todos los que llegaron a ellas huyendo de los islámicos.
 
La breve recopilación de noticias sobre la historia hispánica entre el siglo VII y mitad del siglo X, Anales Castellanos Primeros, recoge una sentencia que data del año 814: “exierunt fora montani de Malacoria et venerunt ad Castella” (“salieron fuera de la montaña desde Malacoria y llegaron a Castilla”). Varios historiadores coinciden en señalar que Malacoria se identifica geográficamente con el municipio montañés de Mazcuerras. De modo que la extensión del reino cristiano astur por la Meseta Norte, en aras de la Reconquista, se inició principalmente en la segunda década del siglo IX desde el actual valle de Cabuérniga, siguiendo el camino aguas arriba del río Saja remontando el puerto de Palombera hasta el nacimiento del Ebro para finalmente internarse en la llanura. Así, Ruta de los Foramontanos se erigió en aquel momento histórico como la vía natural de salida de los habitantes de los valles cántabros hacia la meseta, es decir, “fuera de la montaña”.
 
El término “foramontanos” fue acuñado en 1917 por el historiador Gómez Moreno para designar a esos cristianos que partieron de “La Montanna” para repoblar la futura Castilla. Las emigraciones lideradas por los nobles cristianos, como el conde Nuño Núñez, abuelo del futuro conde Fernán González, primer conde de Castilla, tuvieron el propósito de erigir nuevas poblaciones al Sur de la cordillera Cantábrica (ej.: Brañosera obtuvo carta de fundación en el año 824 de manos del conde Nuño Núñez). Además, esas fundaciones debían servir para afianzar las defensas militares contra el Islam, lo que se convirtió en una auténtica “aventura”. La valentía de los foramontanos, su deseo de vivir en libertad y su fe me permiten afirmar con palabras de Víctor de la Serna que con la Ruta de los Foramontanosempieza esa cosa inmensa e indestructible que llamamos España”.
 
El itinerario cántabro de esta Ruta ofrece en la actualidad múltiples hitos que merecen nuestra atención. Citemos algunos. Esencial Cabezón de la Sal, cabeza del valle de Cabuérniga, ofrece varios museos (Traje Regional, Poblado Cántabro). Mazcuerras, cuenta con un monumento dedicado a los Foramontanos. Este valle goza del parque natural Saja-Besaya, además de recorrerlo, interesa visitar el museo de la naturaleza en Carrejo y el centro de interpretación en Saja. Imprescindible Bárcena Mayor, población que conserva la estética rural montañesa. Pasando el puerto de Palombera, ya en Campoo resulta significativo visitar el nacimiento del río Ebro y conocer los vestigios romanos de Iuliobriga.
 
Torrelavega, a 2 de octubre de 2012.

Os dejo una fotografía de ese encuentro tuitero de la Ruta de los Foramontanos de ese día 6 de octubre en el puente de Santa Lucía durante el momento que el presidente de Cantabria nos acompañó.


 

lunes, 24 de septiembre de 2012

A propósito del título de ciudad a Torrelavega (1895)

Rescato algunos datos históricos a propósito de la concesión del título de ciudad a Torrelavega, que tuve ocasión de compartir con la audiencia de Claramente Claro de Popular TV Torrelavega durante la pasada temporada.
Hemos de indicar que en Cantabria hay tres municipios que poseen el título de ciudad. El rey Fernando VI lo concedió a Santander el 9/1/1755, la reina María Cristina a Torrelavega el 29/1/1895, y el rey Alfonso XIII a Castro Urdiales el 18/12/1913. En esta ocasión nos detendremos en Torrelavega y en cómo la adquisición del título municipal supuso una feliz transformación para la capital del Besaya.
Así, efectivamente, la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, en nombre de su hijo Alfonso XIII, que en ese momento contaba con 9 años, y por Real Decreto de 29/1/1895 (Gaceta de Madrid del viérnes 1/2/1895, año CCXXXIV nº 32, t. I p. 373) otorgó a la villa de Torrelavega en razón de su "Real aprecio" y "por el aumento de su población y progreso de su industria". El Real Decreto apareció refrendado por el ministro de la Gobernación, el liberal Trinitario Ruiz y Capdepon. Sirva como curiosidad que ese mismo día, la reina también concedió el título de ciudad a la villa de Valdepeñas, provincia de Ciudad Real.
Algunos de los datos demográficos e industriales que justificaron la concesión de dicho privilegio Real, y que supuso una notable mejora para la población torrelaveguense son:
El aumento de población de Torrelavega, según el INE (recogo unas década antes y después a la concesión del título):
1852 - 4.587
1860 - 4.882
1877 - 7.745  (Notable incremento).
1897 - 7.745
1900 - 7.777
1910 - 9.574 (Notable incremento).
Actualmente - 55.553
El progreso de la la industria de Torelavega pivota en torno a tres puntos: la ganadería, la industria propiamente dicha y las comunicaciones.
Torrelavega tradicionalmente está vinculada al sector ganadero. Ya el rey Carlos III por Real Cédula de 1767 concedió el privilegio de celebrar Ferias de ganado, que comenzaron a tomar importancia durante el reinado de Carlos IV a partir de 1799, pero no sería hasta el 14/11/1844, con el reinado de Isabel II, cuando comenzó a celebrarse con una periodicidad quincenal en el Ferial de La Llama, genuino antecedente de la actual Feria ganadera en el Mercado Nacional de Ganados.
La segunda mitad del siglo XIX supuso un meteórico ascenso económico para Torrelavega, pues comenzaron a posicionarse importantes industrias en su municipio. En 1853 se descubrió el coto minero de zinc en Reocín, donde se extrairían los minerales de bleda y galena. Allí se aposentó la Real Compañía Asturiana de Zinc, conocida posteriormente, desde 1965, conocida como Asturiana de Zinc, actualmente desaparecida. La empresa belga Solvay comenzó a explotar el negocio de la sal en Polanco en 1867,  aunque impulsó decisivamente su actividad a partir de 1904 que comenzó a construir su fábrica, inaugurada por el rey Alfonso XIII el 8/8/1908, destinada a la producción de sosa caústica, carbonato sódico y bicarbonato. En 1898, Azucarera Montañesa se instaló en Torrelavega para producir azúcar a partir de la remolacha, aunque esta fábrica llegó a quebrar por falta de rentabilidad. Pero la actividad no se detuvo al ocupar Lechera Montañesa sus instalaciones. Actualmente ese complejo industrial acoge a Feria de Muestras de Torrelavega
Al abrigo de la importancia en el sector minero alcanzado en la comarca del Besaya, y gracias a la Diputación Provincial, el Ayuntamiento de Torrelavega, la Cámara de Comercio de Torrelavega y a varias empresas (Real Compañía Asturiana, Sniace, Solvay, Nueva Montaña Quijano, Fyesa, Productos dolomíticos), se crearía la Escuela de Facultativos de Minas y Fábricas Minero-Metalúrgicas y Minero-Químicas de Torrelavega por Orden del Ministerio de Educación Nacional de 13/7/1955 (BOE nº 231 de 19/8/1955 p. 5.132), comenzándose ese año 1955/56 el primer curso universitario. Esa Orden justificaba la necesidad de una Escuela profesional al declara que "la ciudad de Torrelavega constituye en la actualidad una extensa comarca de gran importancia en orden a la industria nacional (...), cuyas factorías emplazadas en su contorno tienen indudable relieve en al economía de nuestra Patria". Así, esta institución fue el primer antecedente de la actual Escuela Politécnica de Ingeniería de Minas y Energía.
También las comunicaciones fueron decisivas para el progreso de Torrelavega, que goza de una natural ubicación estratégica. Ello fue decisivo para que el ferrocarril, principal medio de transporte comercial de la época, situase una estación de parada en la ciudad para las líneas: Alar del Rey-Santander (1858) y Cabezón de la Sal-Santander (2/1/1896).
Otro elemento de progreso lo marca la llegada de la luz eléctrica, histórico hito producido el mismo año en que fue condecorado con el título de ciudad (1895).
En Torrelavega, a 24 de septiembre de 2012.

martes, 18 de septiembre de 2012

Tras el congreso centenario de la muerte de Menéndez Pelayo

El director del programa Claramente Claro  de Popular TV Torrelavega, Gustavo González Monterrubio, me invitó a participar en él para recordar algunos de los momentos de la Historia de nuestra tierruca, y así rescatar de las garras del olvido pasajes de nuestra Historia. Sin olvidar que el conocimiento de la Historia y de las circunstancias que pivotan en torno a ella explican y dan sentido al momento actual en el que hoy vivimos. Así a lo largo de de la pasada temporada 2011/12 tuve el lujo de exponer para la selecta audiencia del programa algunos hitos de nuestra historia regional y de presentar algunos de los personajes que la contruyeron. A lo largo de las próximas semanas, desde estas líneas, presentaré algunas de esas intervenciones.
 
El post de hoy, lo dedicaré a glosar una breve semblanza de don Marcelino Menéndez Pelayo que nos acerque más su figura, que durante este año 2012 conmemora el centenario de su muerte, y que recientemente en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (3-7/9/2012) se ha celebrado un congreso de altísimo nivel intelectual conmemorativo de estudio de la ingente obra del polígrafo santanderino, en el cual he gozado del lujo de participar, y que ha estado dirigido por el presidente de la Real Sociedad Menéndez Pelayo, don Emilio R. Mandado.
 
 
 
Menéndez Pelayo nació y murió en Santander (3/11/1856-19/5/1912). Cultivó multiples disciplinas: Historia de las Ideas, Historia de la Literatura, Filología, Poesía, Historia, Traducción, Filosofía..., erigiéndole como polígrafo.
 
Su padre fue Marcelino Menéndez Pintado, catedrático de Matemáticas en el Instituto Cántabro de Enseñanzas Medias (actual IES Santa Clara), también ejerció como alcalde de Santander entre 1885-1886, y su madre, María Jesús Pelayo, era descendiente de Vega de Carriedo. La familia era de clase media burguesa, honrada, trabajadora y católica; siempre rodeada de un profundo ambiente intelectual, prueba de ello es la familiar amistad de José María Pereda. No podemos dudar que el escritor de Polanco constituiría un modelo con quién el joven Marcelino inició sus primeras lecturas. Su hermano Enrique, se dedicó a la Medicina, pero también dedicó parte de su vida a la escritura.
 
En 1871 inició sus estudios en Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, adquiriendo como tutor al catedrático de Química José R. Fernández Luanco, aunque durante su periodo barcelonés recibió la notable influencia del Manuel Milá i Fontanals.
 
En 1873 Luanco marchó a Madrid, y tras él se fue también Menéndez Pelayo para continuar sus estudios en su Universidad Central. Sin embargo, sólo permaneció un curso académico en la villa y Corte ya que se encontró con la arbitrariedad del catedrático de Metafísica, Nicolás Salmerón, que le hizo repetir el examen de esta disciplina, al igual que al resto de sus compañeros, sin realizar el obligado primer examen reglamentario. Esto conllevará de fondo la enemistad de Menéndez Pelayo con el Krausismo postkantiano y con los hegelianos en general.
 
Así, en 1874 Menéndez Pelayo se trasladó a la Universidad de Valladolid, donde recibió el decisivo e influyente magisterio de Gumersindo Laverde, quien le condujo hacia posturas más conservadoras. Ese año se licencia en Filosofia y Letras con El examen y juicio de los concilios de Toledo, obteniendo el premio extraordinario con el ejercicio Conceptismo, gongorismo y culteranismo.
 
Al año siguiente, 1875, el joven Marcelino se doctora en Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid con La novela entre los latinos.
 
Gracias a su brillante expediente académico obtiene una ayuda económica de la Diputación Regional y del Ayuntamiento de Santander para ampliar sus estudios. Así durante 1876 y 1877 viajó por las bibliotecas de Portugal, Francia, Bélgica, Italia y Holanda.
 
En 1878, con 22 años, obtiene la cátedra de Historia crítica de la Literatura Española de la Universidad Central de Madrid, ante un tribunal presidido por Juan Valera.
 
Entre 1880 y 1881 publica su primera obra importante -obra de juventud-, a saber: Historia de los Heterodoxos Españoles (8 vol.).
 
En 1881, con 25 años, ingresa en la Real Academia Española (RAE), con el discurso de ingreso: La poesía mística española. En 1882 ingresa en la Real Academia de la Historia (RAHª). Desde 1892 será su Bibliotecario. Y desde un año antes de su muerte, 1911, su Director. En 1895 ingresó en la Real Academia de las las Ciencias Morales y Políticas. Y, finalmente, en 1901, se incorporó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Alcanzando ser, así, la única persona de su época que perteneció al tiempo a las cuatro Academias.
 
En el ámbito de la vida política señalar que fue diputado en Cortes por Mallorca durante el periodo 1884-1892, y posteriormente senador hasta su muerte por la RAE.
 
En 1888, por encargo de la RAHª, comienza la dirección de la edición de las Obras completas de Lope de Vega. Hecho que le valió a posterior ser nombrado en 1898 director de la Biblioteca Nacional de España.
 
En 1912, tanto él como Benito Pérez Galdós fueron propuestos al Premio Nobel de Literatura.
 
Para concluir, destaquemos algunos títulos de entre sus Obras completas, que actualmente se reunen en la edición nacional del CSIC en 67 volúmentes publicados entre 1940 y 1974, dirigida por M. Artigas, A. González Palencia y R. de Balbín Lucar, y editada por E. Sánchez Reyes:
- Historia de los Heterodoxos Españoles (8 vol.).
- La Ciencia Española (3 vol.).
- Historia de las Ideas Estéticas (6 vol.).
- Los orígenes de la novela (4 vol.).
- Antología de poetas líricos castellanos (10 vol.).
- Estudios y discursos de crítica histórica y literaria (6 vol.).
 
 
En Torrelavega, a 17 de septiembre de 2012.
 
 


viernes, 10 de agosto de 2012

Bicentenario de la Constitución de Cádiz en Santander

El bicentenario de la Constitución promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812 ocupa casi por completo la agenda histórico-política de España de este año. Cantabria también se vio enriquecida por tan singular publicación, que en este mes de agosto cumple su doscientos aniversario. En recuerdo de este momento histórico de nuestra intrahistoria rescatemos algunas de las vicisitudes que acompañaron tal acontecimiento, y que descubrí durante mi trabajo de investigación predoctoral "Acciones y tensiones políticas en tiempos de guerra. Cantabria 1808-1814".

 La Guerra de la Independencia en Las Montañas de Santander acusó un importante cambio durante los meses de julio y agosto de 1812. Las tropas francesas fueron abandonando el territorio cántabro que ocupaban, permitiendo, por tanto, que las autoridades pro-borbónicas asumieran el gobierno en las poblaciones montañesas, excepto en la de Santoña, donde los soldados josefinos finalmente se acantonaron hasta el final de la guerra en mayo de 1814.

Los soldados franceses liderados por el general Dubreton, máxima autoridad francesa en la provincia, se marcharon definitivamente de la ciudad de Santander el 3 de agosto de 1812. Ese mismo día, las tropas pro-borbónicas entraron en la plaza santanderina, tomando posesión del gobierno de la provincia el coronel Antonio Joaquín Calera, en razón del nombramiento que el general Gabriel de Mendizábal, general en jefe del 7º Ejército, con autoridad sobre la provincia de Santander, le procuró en Potes en marzo de 1812 como gobernador militar y político de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar de Cantabria, “a quien concedo –dice el Nombramiento− toda la autoridad y facultades que han tenido sus antecesores, las que le serán guardadas por las jurisdicciones así civiles como militares sujetas al rey nuestro señor don Fernando VII”. Al día siguiente llegó la autoridad civil económica, Francisco Javier de Villanueva en calidad de ministro principal de hacienda con funciones de intendente.

En virtud de la liberación de la provincia de Santander de la ocupación francesa, la Regencia desde Cádiz emitió el 8 de agosto de 1812 una Orden con una serie de pautas para regular la organización política-administrativa de la provincia. Además de encargar el restablecimiento del orden y la conservación de la tranquilidad pública y el inmediato cese de las autoridades nombradas por “el gobierno intruso”, también encarecía que se acelerase en todo lo posible la publicación de la Constitución política de la Monarquía Española, pero esta Orden no llegó a Santander hasta el 15 de septiembre.

Sin embargo el gobernador Calera tuvo la intuición de anticipar a la población cántabra el contenido de la Constitución antes de que la Regencia se lo indicara. Un Edicto de 9 de agosto del gobernador comunicaba a los habitantes de Santander que al día siguiente se publicaría la Carta Magna aprobada por las Cortes de Cádiz. El documento ordenaba que los vecinos debían apresurarse a adornar y cubrir sus balcones con todo el aseo y esmero, que el día siguiente nadie debía trabajar y que debía guardarse como festivo riguroso, y que en esa noche y en las de los dos sucesivos se iluminase toda la ciudad “para así continuar demostrando el júbilo y regocijo general que resulta a los nobles y leales habitantes de verse libres de la tiranía opresora y restituidos a la tan deseada como interesante tranquilidad, como por los felices progresos de las armas de la nación”.

Efectivamente, el 10 de agosto de 1812 con toda solemnidad se proclamó la Constitución gaditana en la ciudad de Santander, ante un numeroso concurso de gentes que se congregó ante el ayuntamiento, convocadas allí al replique de las campanas de la catedral que anticipó el acto que dio comienzo a las 4 de la tarde. Así, los artículos de la nueva Constitución fueron leídos con comprensibles voces, y a su finalización se escucharon múltiples vivas y aclamaciones al rey Fernando VII, todavía en cautividad en Francia, y a la Nación española.

Cuatro días después, el 14 de agosto, el ayuntamiento de Santander realizó una convocatoria para celebrar al día siguiente una Misa solemne de acción de gracias. De ese modo, el 15 de agosto se presentó en la catedral un incontable número de vecinos de la misma ciudad, de los barrios de Miranda, Cajo y Pronillo, de los cuatro Lugares de su jurisdicción (Cueto, Monte, San Román y Peña de Castillo), y de otros lugares de la provincia. A las diez menos cuarto de la mañana llegaron las autoridades en desfile desde el ayuntamiento, encabezados por el estandarte Real portado por el alférez mayor Antonio de Gordey, siendo recibidos por el cabildo eclesiástico a la puerta principal de la catedral. Tras el Evangelio, previa lectura de la Constitución el cura párroco fray Gregorio de Rueda dirigió una breve exhortación patriótica a los allí reunidos. Al acabar las palabras del religioso, el gobernador Calera y el alcalde mayor Julián Bringas subieron al presbiterio desde donde juraron públicamente guardar y hacer guardar la Carta Magna. Posteriormente el gobernador interpeló a la población allí reunida (incluido el clero), la cual contestó afirmativamente al juramento a una sola y diáfana voz. La Misa terminó con el tradicional Te Deum.
 
La publicación de la Constitución y, por tanto, su entrada en vigor tuvo como inmediata consecuencia el cese de las funciones de la junta superior de Santander, que justificaba su existencia mientras que Cantabria estuviera ocupada por los franceses, pero una vez liberada la Regencia la incluyó bajo la jurisdicción de la junta superior de Burgos. Sin embargo, la junta superior de Santander no aceptó esta decisión de la Regencia hasta unos meses más tarde, actuando como si representase a un territorio independiente de Burgos.

Santander, a 10 de agosto de 2012.
 

sábado, 12 de mayo de 2012

La familia, Iglesia doméstica al servicio de la nueva evangelización. IV Jornadas Católicos y Vida Pública en Cantabria

 
La mesa inaugural estuvo compuesta por el vicepresidente de la ACdP, D. Emilio Navarro, el concejal de Familia del Excmo. Ayto. de Santander, D. Antonio Gutiérrez, y un servidor, dirigiéndome a los asistentes con estas palabras:
 
El Santo Padre Benedicto XVI nos urge a que nos concienciemos de que nuestra sociedad occidental se encuentra ante una “emergencia educativa”.
Cada vez más, los agentes educativos y, principalmente, las familias, con sus padres a la cabeza, se enfrentan a la ardua tarea de transmitir a las nuevas generaciones los valores y principios fundamentales de la existencia y del recto comportamiento de la persona humana.
El relativismo ético, que impera decisivamente en nuestra sociedad occidental, es capaz de tentar a los padres a abdicar de sus propios deberes educativos, e incluso les puede influir de tal modo hasta el punto de confundirles en el desempeño de la misión de tutelar el crecimiento intelectual, personal y espiritual de sus hijos a ellos confiada en virtud del amor mutuo que cohesiona la unidad familiar.
Así, aunque las ideologías actuales quieran trivializar el valor de la persona, reduciéndola a un mero sujeto individual y sin valor alguno, nosotros hemos de recordar que las personas, integradas siempre de una manera u otra dentro de la familia, están vocadas, en razón de su propia naturaleza, a vivir en plenitud y a alcanzar su propia felicidad, que en último extremo se encuentra en Dios, nuestro Señor.
Éste es reto al que el Papa nos convoca cuando nos llama a la Nueva Evangelización, sobre la cual se va a reflexionar durante estas IV Jornadas de Católicos y Vida Pública en Cantabria dedicadas al núcleo fundamental que conforma nuestra sociedad, a saber, la familia.
En nombre del director nacional de las Jornadas Católicos y Vida Pública, don Juan Caamaño Aramburu, y del Centro de Santander de la Asociación Católica de Propagandistas, de la que su primer presidente fue el Siervo de Dios don Ángel Herrera Oria, que está de camino a los altares, les doy la bienvenida y les animo a compartir con nosotros sus consideraciones sobre la familia a la luz de la Nueva Evangelización.
La primera de las sesiones corrió a cargo del filósofo Dr. Higinio Marín Pedreño, quien disertó sobre Familia e Ideología: la nueva encrucijada.
 
El Dr. Higinio Marín Pedreño (a la derecha) fue presentado por el Dr. Antonio de los Bueis (a la izquierda).
 
La segunda sesión, celebrada al día siguiente, correspondió a la charla del Dr. Elio A. Gallego García, dirigiéndonos la ponencia Familia, crisis y nueva evangelización.
 
Momento de la presentación por el veterano propagandista D. Damián Pascual Lacalle (a la izquierda) del Dr. Gallego García
 
A continuación, tuvo lugar una mesa redonda bajo el título La familia, agente de la nueva evangelización en Cantabria, que estuvo integrada por representantes del Foro de la Familia en Cantabria, la Concapa Cantabria y la Asociación de Familias Numerosas en Cantabria, moderados todos ellos por el consejero nacional de la ACdP, don Javier Almagro.
 
 
 
 
Finalmente, el acto de clausura presidido por el vicepresidente de la ACdP, don Emilio Navarro, si bien antes pronuncié estas palabras de agradecimiento a los participantes en estas IV Jornadas CyVP:
 
Mis palabras finales se encauzan a realizar un breve alegato a favor del valor de la familia con ideas que han ido surgiendo a lo largo de las reflexiones que hemos compartido durante estas IV Jornadas de Católicos y Vida Pública en Cantabria dedicadas a la familia a la luz de la Nueva Evangelización.
En la familia se aprende a conocer el amor y la fidelidad a Dios, nuestro Señor, así como la necesidad de corresponderle. Los hijos aprenden en la familia las primeras y más decisivas lecciones de la sabiduría práctica a las que van unidas las virtudes. Jesucristo, como cada uno de nosotros, nació y vivió en una familia concreta aceptando todas sus características propias, dando así una excelsa dignidad a la institución matrimonial.
La familia, comunidad natural en donde se experimenta la sociabilidad humana, contribuye en modo único e insustituible al bien de la sociedad. Una sociedad a medida de la familia es la mejor garantía contra toda tendencia de tipo individualista o colectivista, porque en ella la persona es siempre el centro de la atención en cuanto fin y nunca como medio. En la familia se inculcan desde los primeros años de vida los valores morales, se transmite el patrimonio espiritual de la comunidad religiosa y el patrimonio cultural de nuestra Nación. En ella se aprenden las responsabilidades sociales y la solidaridad.
Todo modelo social que busque el bien del hombre no puede prescindir de la centralidad y de la responsabilidad social de la familia, lo qué es alcanzado gracias al amor que reina en la familia, porque cada persona, hombre y mujer, es reconocida, aceptada y respetada en su dignidad. En último extremo, quiero que recuerden que el ser humano ha sido creado para amar y no puede vivir sin amor. Así, podemos gritar desde la profundidad de nuestro corazón, como santa Teresita del Niño Jesús: ¡Mi vocación es el Amor! Satisfaciendo, por tanto, el reto de la Nueva Evangelización, ante el que nos sitúa el Papa, porque quién ama ya está predicando con su vida el Evangelio de Jesucristo.
Clausura junto al vicepresidente de la ACdP (a la derecha).
 
 
Mi agradecimiento particular a don José Manuel Mochales por las instantáneas.
 
En Santander, a 12 de mayo de 2012.