La rica Historia de España está jalonada de importantes
acontecimientos dignos de mantenerse perennes en nuestra memoria. El presente
año 2014 conmemora uno de ellos: el bicentenario del fin de la Guerra de la
Independencia. Este conflicto bélico presenció cómo las Cortes de Cádiz
configuraron la Constitución de 1812, primer
antecedente de nuestro vigente sistema sociopolítico, y provocó que patrióticamente
el pueblo español se reafirmara frente al invasor francés como una nación libre,
con unos principios e ideales propios que hoy no deberíamos olvidar. Recorramos
brevemente algunos de esos sucesos acaecidos en Cantabria, que en este aniversario
rememora singularmente la capitulación de Santoña, el último puerto del mar Cantábrico
ocupado por los franceses.
La derrota francesa del 22 de julio de 1812 en Los
Arapiles decantó la iniciativa de la Guerra a favor de los intereses españoles,
obligando a los generales franceses a reagrupar sus ejércitos en lugares
estratégicos puntuales. Así, sus efectivos militares desocuparon todas las
jurisdicciones montañesas salvo Santoña, donde acabaron acantonándose desde
principios de agosto de 1812. Los mandos militares españoles no tardaron en decidir
el bloqueo y sitio a la villa marinera, además de los fuertes periféricos del
Gromo, del Brusco y los ubicados en Laredo defendidos por las tropas
napoleónicas comandandas por el general de brigada conde de Lammeth.
A principios de febrero de 1814 los regimientos
voluntarios de León, Toledo, tiradores de Bureba, 2º y 3º tiradores de
Cantabria y 2º y 3º de Vizcaya llegaron a los alrededores de Santoña,
colocándose a las órdenes del brigadier Diego del Barco, comandante del Bloqueo
y Sitio de Santoña. El brigadier encargó al regimiento Monterrey la toma del
fuerte del Arenal del Salvé de Laredo (actual Puntal), fuertemente fortificado
con fosos, contrafosos, dos cañones de a 24, un obús y defendido por 200
hombres de infantería y 20 artilleros, por lo que su conquista no era empresa sencilla,
aunque finalmente se alcanzó el 13 de febrero. El fuerte que defendía la villa
de Laredo (actual Rastrillar) capituló el día 24 al coronel Juan José San
Llorente, segundo comandante del Bloqueo y Sitio. Por otra parte, los
regimientos 2º y 3º de tiradores de Cantabria y 2º y 3º de Vizcaya iniciaron el
22 de febrero el asedio de la única entrada por tierra de Santoña protegida por
los fuertes del Brusco y del Gromo, siendo conquistados el 25 y el 26 de
febrero, respectivamente. En la ocupación de ambas fortificaciones se
capturaron 470 prisioneros, 29 cañones y víveres para un año. De esa manera, la
plaza santoñesa se quedaba aislada. Al brigadier Del Barco en uno de los
intentos de asalto a los fuertes un casco de granada le hirió gravemente en el
muslo izquierdo, provocándole la muerte en Colindres el día 26, dejando testado
el que se le enterrara en el templo de Santa María de Laredo, donde actualmente
descansa su cuerpo. Las tropas españolas quedaron al mando del coronel San Llorente.
A pesar de estar
acorralado y tener todas las de perder, el conde de Lammeth no cedería Santoña
tan fácilmente, ya que disponía de una sólida fortificación guarnecida por
1.800 soldados aproximadamente, una excelente artillería con más de 100 piezas
de los mayores calibres y víveres para varios meses. De manera que a principios
de marzo de 1814, el ejército borbónico se incrementó hasta alcanzar los 7.000 efectivos
para tratar de tomar por asalto este “Gibraltar del Norte”, tal y como lo identificó
el mismo emperador Napoleón. Sin embargo, apenas se resistió un mes, ya que el
21 de marzo la plaza en poder francés capituló. Lammeth y San Llorente
redactaron las condiciones para la entrega efectiva de Santoña al ejército
español, acordándose un armisticio de no beligerancia entre las tropas de ambas
naciones hasta la ratificación de esas condiciones por parte de sus superiores
militares: el duque de Dalmacia, por la parte francesa,
y el duque de Ciudad Rodrigo, por la parte española, pero éste rechazó las cláusulas
de la rendición, reanudándose
las hostilidades el 9 de abril.
Finalmente, los duques de Dalmacia y de Ciudad Rodrigo acordaron
un tratado de paz a finales de abril de 1814, acabando así con la contienda
entre Francia y España. Las tropas francesas abandonaron la plaza santoñesa el
16 de mayo en los términos más generosos, ya que se les permitió zarpar con
rumbo al puerto francés de Rochefort, asumiendo el gobierno militar de la plaza
el coronel Lorenzo Herrero del regimiento 3º de cazadores de Cantabria. Ese
mismo día, en Santander el gobernador militar Vicente de Quesada informaba al
ayuntamiento de la ciudad de un Real Decreto del rey Fernando VII, fechado en
Valencia el 4 de mayo, por el que no juraba la Constitución promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812,
declarándola nula al igual que todas las disposiciones de las Cortes Generales,
retornándose así a una monarquía absolutista propia del Antiguo Régimen.
La victoria en esta Guerra enseña, al menos, que el
pueblo español posee un apasionado carácter luchador que no se rinde nunca
aunque la adversidad sea grande, al menos tanta como la ambición del emperador
Napoleón. Sirva este breve episodio de nuestra Historia para reivindicar que su
desconocimiento genera personas desarraigadas y sin alicientes por construir
una Sociedad en torno a un sentimiento común. Los españoles al mirar hacia
atrás, con orgullo, actualizamos cómo se ha ido fraguando nuestra característica
manera de ser, aunque también ‒como advierte nuestro paisano Menéndez Pelayo‒ hemos
de reconocer con humildad aquellos errores cometidos para evitar repetirlos en
el presente.
En Santoña, 16 de mayo de 2014, 200 años después...
Alfredo Alonso es autor de Acciones militares y gestiones de Guerra. Cantabria (1808-1814) editado por CEU Ediciones.
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