viernes, 16 de mayo de 2014

Bicentenario del fin de la Guerra de la Independencia en Cantabria

La rica Historia de España está jalonada de importantes acontecimientos dignos de mantenerse perennes en nuestra memoria. El presente año 2014 conmemora uno de ellos: el bicentenario del fin de la Guerra de la Independencia. Este conflicto bélico presenció cómo las Cortes de Cádiz configuraron la Constitución de 1812, primer antecedente de nuestro vigente sistema sociopolítico, y provocó que patrióticamente el pueblo español se reafirmara frente al invasor francés como una nación libre, con unos principios e ideales propios que hoy no deberíamos olvidar. Recorramos brevemente algunos de esos sucesos acaecidos en Cantabria, que en este aniversario rememora singularmente la capitulación de Santoña, el último puerto del mar Cantábrico ocupado por los franceses.
La derrota francesa del 22 de julio de 1812 en Los Arapiles decantó la iniciativa de la Guerra a favor de los intereses españoles, obligando a los generales franceses a reagrupar sus ejércitos en lugares estratégicos puntuales. Así, sus efectivos militares desocuparon todas las jurisdicciones montañesas salvo Santoña, donde acabaron acantonándose desde principios de agosto de 1812. Los mandos militares españoles no tardaron en decidir el bloqueo y sitio a la villa marinera, además de los fuertes periféricos del Gromo, del Brusco y los ubicados en Laredo defendidos por las tropas napoleónicas comandandas por el general de brigada conde de Lammeth.
A principios de febrero de 1814 los regimientos voluntarios de León, Toledo, tiradores de Bureba, 2º y 3º tiradores de Cantabria y 2º y 3º de Vizcaya llegaron a los alrededores de Santoña, colocándose a las órdenes del brigadier Diego del Barco, comandante del Bloqueo y Sitio de Santoña. El brigadier encargó al regimiento Monterrey la toma del fuerte del Arenal del Salvé de Laredo (actual Puntal), fuertemente fortificado con fosos, contrafosos, dos cañones de a 24, un obús y defendido por 200 hombres de infantería y 20 artilleros, por lo que su conquista no era empresa sencilla, aunque finalmente se alcanzó el 13 de febrero. El fuerte que defendía la villa de Laredo (actual Rastrillar) capituló el día 24 al coronel Juan José San Llorente, segundo comandante del Bloqueo y Sitio. Por otra parte, los regimientos 2º y 3º de tiradores de Cantabria y 2º y 3º de Vizcaya iniciaron el 22 de febrero el asedio de la única entrada por tierra de Santoña protegida por los fuertes del Brusco y del Gromo, siendo conquistados el 25 y el 26 de febrero, respectivamente. En la ocupación de ambas fortificaciones se capturaron 470 prisioneros, 29 cañones y víveres para un año. De esa manera, la plaza santoñesa se quedaba aislada. Al brigadier Del Barco en uno de los intentos de asalto a los fuertes un casco de granada le hirió gravemente en el muslo izquierdo, provocándole la muerte en Colindres el día 26, dejando testado el que se le enterrara en el templo de Santa María de Laredo, donde actualmente descansa su cuerpo. Las tropas españolas quedaron al mando del coronel San Llorente.
A pesar de estar acorralado y tener todas las de perder, el conde de Lammeth no cedería Santoña tan fácilmente, ya que disponía de una sólida fortificación guarnecida por 1.800 soldados aproximadamente, una excelente artillería con más de 100 piezas de los mayores calibres y víveres para varios meses. De manera que a principios de marzo de 1814, el ejército borbónico se incrementó hasta alcanzar los 7.000 efectivos para tratar de tomar por asalto este “Gibraltar del Norte”, tal y como lo identificó el mismo emperador Napoleón. Sin embargo, apenas se resistió un mes, ya que el 21 de marzo la plaza en poder francés capituló. Lammeth y San Llorente redactaron las condiciones para la entrega efectiva de Santoña al ejército español, acordándose un armisticio de no beligerancia entre las tropas de ambas naciones hasta la ratificación de esas condiciones por parte de sus superiores militares: el duque de Dalmacia, por la parte francesa, y el duque de Ciudad Rodrigo, por la parte española, pero éste rechazó las cláusulas de la rendición, reanudándose las hostilidades el 9 de abril.
Finalmente, los duques de Dalmacia y de Ciudad Rodrigo acordaron un tratado de paz a finales de abril de 1814, acabando así con la contienda entre Francia y España. Las tropas francesas abandonaron la plaza santoñesa el 16 de mayo en los términos más generosos, ya que se les permitió zarpar con rumbo al puerto francés de Rochefort, asumiendo el gobierno militar de la plaza el coronel Lorenzo Herrero del regimiento 3º de cazadores de Cantabria. Ese mismo día, en Santander el gobernador militar Vicente de Quesada informaba al ayuntamiento de la ciudad de un Real Decreto del rey Fernando VII, fechado en Valencia el 4 de mayo, por el que no juraba la Constitución promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812, declarándola nula al igual que todas las disposiciones de las Cortes Generales, retornándose así a una monarquía absolutista propia del Antiguo Régimen.
La victoria en esta Guerra enseña, al menos, que el pueblo español posee un apasionado carácter luchador que no se rinde nunca aunque la adversidad sea grande, al menos tanta como la ambición del emperador Napoleón. Sirva este breve episodio de nuestra Historia para reivindicar que su desconocimiento genera personas desarraigadas y sin alicientes por construir una Sociedad en torno a un sentimiento común. Los españoles al mirar hacia atrás, con orgullo, actualizamos cómo se ha ido fraguando nuestra característica manera de ser, aunque también ‒como advierte nuestro paisano Menéndez Pelayo‒ hemos de reconocer con humildad aquellos errores cometidos para evitar repetirlos en el presente.


En Santoña, 16 de mayo de 2014, 200 años después...


Alfredo Alonso es autor de Acciones militares y gestiones de Guerra. Cantabria (1808-1814) editado por CEU Ediciones.

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