viernes, 11 de noviembre de 2016

Decídete a ser Universidad. Una reflexión desde el magisterio filosófico de Leonardo Polo

 
Dentro de la mesa Un visión cristiana de la Universidad presento la comunicación titulada Decídete a ser Universidad. Una reflexión desde el magisterio filosófico de Leonardo Polo.
 
Sirvan estas breves líneas como modesto recuerdo del maestro de maestros Leonardo Polo Barrena (Madrid, 1919 - Pamplona, 2013): un convencido universitario que entregó toda su vida a la Universidad: catedrático de Historia de la Filosofía de la Universidad de Granada en 1952, marchando dos años después a la Universidad de Navarra para ser allí su primer profesor de Fundamentos de Filosofía, ejerciendo de manera ininterrumpida en su Facultad de Filosofía y Letras, de la cual fue el responsable de erigirla y ponerla en funcionamiento con decidido empeño.

Leonardo Polo Barrena.

La amplia producción bibliográfica de este prolífico filósofo merece catalogarse sin discusión como una de las mayores empresas intelectuales de la segunda mitad del siglo XX.
 
A continuación, quiero ofrecerte una síntesis de mi exposición en este Congreso:
 
"Los principales rankings mundiales especializados en educación universitaria no incluyen a ningún centro universitario de España entre los primeros del mundo. Permitiéndonos inferir que la Universidad en nuestro país no alcanza la excelencia académica con suficiente idoneidad y que, por consiguiente, atraviesa por un momento de crisis, a pesar de los continuos esfuerzos realizados por las autoridades universitarias frecuentemente encorsetados por una interminable burocracia.
Asimismo, no se nos oculta que este escenario resulta una consecuencia más de la seria crisis social e institucional que adolece nuestra época contemporánea, y que a su vez responde a una crisis aún más profunda, a saber: el progresivo olvido del valor de la persona y el desprecio de la dignidad de su ser.
A propósito de este asunto rescato algunas reflexiones del perenne magisterio del filósofo Leonardo Polo Barrena.
Resulta importante no olvidar que uno de los principios que fundamentan nuestra civilización occidental es la inclinación natural de la persona por buscar la verdad. Buscar la verdad es una actividad valiosa por sí misma, por lo que explica el que una persona se pueda sentir llamada a dedicarle completamente su vida.
Esta particular vocación ha sido asumida enteramente por la civilización cristiana, hasta el punto de institucionalizarla socialmente durante el siglo XIII al promover la creación de la Universidad. De esta manera la búsqueda de la verdad, ejecutada desde el ámbito universitario, se erige como un factor esencial de la trayectoria del Cristianismo dentro de la Historia de la Humanidad, que ha posibilitado además el desarrollo formal del conocimiento científico, tanto experimental como humanístico. Sin búsqueda de la verdad, sin Universidad, sin investigación científica, Occidente es incomprensible.
Todos los conocimientos en la Universidad, en rigor, se encuentran interconectados al modo del clásico “árbol del saber o de las ciencias” (las raíces son los saberes fundamentales, el tronco: los sustentantes, y las ramas: las múltiples especialidades). Sin embargo, la unidad de este “árbol” va rompiéndose a medida que los saberes absolutizan su emancipación académica, especialmente manifestada a través de posturas que únicamente consideran útiles a las ciencias experimentales mientras que totalmente prescinden de las ciencias humanas.
Estos planteamientos dificultan gravemente el crecimiento personal del ser humano y el progreso de la sociedad. “¿Cómo dirigir la marcha de la historia ‒se pregunta Polosólo con las ciencias de la naturaleza? Estamos haciendo una sociedad sin saber quiénes somos y, por tanto, estamos haciendo una sociedad sin saber para quién. Pretender dirigir la historia con esa ignorancia es un disparate”. La consecuencia inmediata de este reduccionismo en el ámbito académico es la pérdida de interdisciplinariedad entre ciencias, despreciándose así el carácter vertebrador del conocimiento humano ejercido por la Universidad. Precisamente esta falta de unidad resulta uno de los principales motivos que ha arrastrado a la actividad universitaria a su actual estado de crisis, provocando su transformación en lo que Polo llama una “pluriversidad”.
A la Filosofía y a su amorosa intencionalidad de buscar la verdad el profesor Polo encomienda la tarea de restaurar la unidad perdida del “árbol de las ciencias” ‒en donde metafóricamente se contiene el saber superior cultivado por la Universidad‒ y la de recuperar la inicial interdisciplinariedad entre los saberes.
El bien objetivo con el que la Universidad enriquece a la humanidad es el saber superior: “la cumbre del saber heredado”, que es resultado de una “larga y fecunda acumulación del saber logrado a lo largo de la historia”, y que “nunca está terminado”. Polo asigna a la Universidad una función directora sobre la vida de la persona y de la sociedad: el acceso a los saberes universitarios está totalmente justificado, pues por medio de él con mayor facilidad se podrá “evitar que la sociedad se estropee y acabe siendo ingobernable”.
Además, a la Universidad le corresponde la genuina misión de desarrollar prioritariamente el saber superior, esto es: continuar buscando la verdad e incrementar los saberes humanos (investigación), y luego tras esta primera tarea, también la de enseñarla (trasmisión) y la de extenderla a la sociedad (extensión universitaria). Conviene puntualizar que la labor de la Universidad no se limita a una cuestión de enseñanza: sería una pretensión estéril relegar la actividad universitaria a ser únicamente la cúspide del itinerario de una educación reglada.
Tras el convencimiento universitario que busca verdades existe una ética, que no admite la mentira en la propia vida de la persona. Recordando el versículo evangélico: “la verdad, os hará libres” (Jn 8, 32), Polo afirma que “la Universidad cumple su gran tarea para con la sociedad, formando hombres útiles, cuya utilidad se puede medir, sobre todo, en términos de verdad”. No hay que despistarse: la búsqueda de la verdad es el fin primario de la Universidad: Sin búsqueda de verdades superiores, no hay Universidad.
La Universidad necesita enseñar a sus alumnos a “ser universitario”, pues quien realmente sabe lo qué es ser universitario ése hace Universidad, tanto en el propio centro universitario como fuera de él. Todo alumno durante su paso por la universidad debiera experimentar cómo la Universidad efectivamente pasa por él. Éste es el objetivo que se ha de perseguir: prepararse para ser universitario “de por vida”.
“Ser universitario” es aprender a pensar, adquirir criterios propios, emplear la propia libertad responsablemente, saber tomar decisiones. “Ser universitario” se caracteriza por “estar en el extremo del saber”, y para lograrlo se ha de estudiar “sin parar, estudiando hasta que uno se muera”. “Ser universitario” requiere de “una gran paciencia” para no caer en el pesimismo ni en la desilusión, porque se trata “de dedicarse de por vida a la Universidad”, de entregarse a la búsqueda de la verdad.
Concluyendo. La superación de la crisis de la Universidad pasa por recuperar prioritariamente la unidad de sus saberes desde su misión de buscar la verdad, y por inocular eficientemente entre sus alumnos el “espíritu universitario”. Revertir esta situación se encuentra en cada uno de nosotros. Leonardo Polo recomienda: “no te limites a aprovecharte de la universidad; decídete a serla tú mismo”, así que sin demora te invito: ¡decídete a ser Universidad!".

 
Una versión completa de la comunicación aparecerá publicada en las actas de este XVIII Congreso Católicos y Vida Pública. Si tienes interés escríbeme y te la enviaré. Y, por supuesto, acepto con sumo gusto tus valoraciones.
 
En la Universidad CEU San Pablo de Madrid, a 11 de noviembre de 2016.