viernes, 30 de junio de 2017

Ángel Herrera Oria. A los 70 años de su ordenación episcopal


Lunes, 30 de junio de 1947. Las calles de Santander se engalanan. La céntrica Parroquia de Santa Lucía acoge una ceremonia litúrgica inédita en la ciudad: la consagración de un obispo. Además, la celebración posee la gozosa singularidad de que el ordenando es un santanderino muy querido tanto en la ciudad como fuera de ella, y además coadjutor en esa misma Parroquia: Ángel Herrera Oria (Santander, 1886 – Madrid, 1968), a quien el 3 de mayo el papa Pío XII ha preconizado para ocupar la sede de Málaga.

Esta solemne celebración la preside el nuncio apostólico en España, monseñor Gaetano Cicognani, acompañado de monseñor José Eguino y Trecu ‒obispo de Santander‒ y de monseñor Juan Hervás Benet ‒ obispo coadjutor de Palma de Mallorca‒. Asimismo, asisten en calidad de padrinos el Excmo. Ayuntamiento de Santander y la Excma. Diputación Provincial de Santander, participando como su representante la doña Lucía Fernández de Herrera.

José María Eguaras Iriarte ‒alumno de la Escuela Social Sacerdotal de Maliaño (creada por Herrera y ubicada en el actual barrio Pesquero de Santander), y a la postre su secretario particular en Málaga‒ relata algunos sucesos de aquel día: “Puedo testificarlo porque iba detrás del obispo y sentí el escalofrío de emoción ante el grandioso espectáculo de un pueblo aplaudiendo con lágrimas en los ojos”. Efectivamente, la población de Santander ‒dice‒ asiste en masa a la ordenación episcopal de este hijo de la ciudad, abarrotando completamente el templo. Finalizada la ceremonia, Ángel Herrera se encuentra con una multitud de personas congregadas en la actual plaza de Cañadío y calle Daoiz y Velarde, que manifestando su alegría le aplauden y aclaman como nuevo titular de la diócesis malagueña. El flamante obispo corresponde al afecto recibido bendiciéndoles durante el besamanos, que dura varias horas.

Nuestro paisano permanece todo el verano en “su tierruca”, residiendo en la casa familiar de la calle Hernán Cortés. El 29 de septiembre marcha para encaminarse hacia la andaluza ciudad de Málaga, tomando posesión de la diócesis el 12 de octubre. Antes de irse, Ángel Herrera deja dispuesta la donación al obispado de un terreno heredado en la calle Vargas de Santander, en donde años después ‒gracias al decisivo impulso del sacerdote José María Torre‒ se edifica una nueva Parroquia dedicada a la Patrona de nuestra diócesis: La Bien Aparecida, que recientemente ha celebrado su cincuenta aniversario (1966-2016).

Sirva este breve recuerdo, a los setenta años de este acontecimiento, para refrescar la rica biografía de Herrera Oria, quien sin duda merece seguir conservando hoy su atractivo para el hombre contemporáneo. ¡Evitemos fatales retrocesos sociales y culturales manteniendo perenne memoria de aquellos que, cómo Herrera Oria, participaron decisivamente en la construcción de la España actual!

La vida de don Ángel se encuentra jalonada por muy distintas etapas: todas ellas vividas con enorme intensidad, obteniendo múltiples frutos en beneficio de la sociedad y sin necesidad de abandonar el criterio que proporcionan las enseñanzas evangélicas y la doctrina social de la Iglesia.

Ángel Herrera durante su período como laico ‒tras aprobar la oposición de abogado del Estado‒ lidera múltiples obras sociales, en el primer tercio del siglo XX: primer presidente de la Asociación Católica de Propagandistas(ACdP); dirige durante veintidós años del periódico más influyente de esta época: El Debate; funda La Editorial Católica, la primera escuela de Periodismo de España, el Centro de EstudiosUniversitarios (CEU) y el Instituto Social Obrero; impulsa los sindicatos agrarios y el partido político “Acción Nacional” (luego “Acción Popular”, germen de la “CEDA”); promueve la Universidad Católica de Verano en el Colegio Cantábrico de Santander.

Herrera decide abandonar la vida pública civil para abrazar la vida sacerdotal. Ordenado presbítero en Friburgo (Suiza) en 1940, vuelve a su ciudad natal para desarrollar las primicias de su sacerdocio. Aquí ‒además de sus obligaciones pastores, que realiza ejemplarmente‒ funda la Escuela Obrera de Aprendices y la Escuela Social Sacerdotal, impulsa la construcción de las viviendas sociales del actual Barrio Pesquero, ejerce como capellán en la cárcel, interviene en la creación de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) y de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). Ya como obispo de Málaga destaca su firme combate contra el analfabetismo: singular ejemplo es su decisiva participación en la construcción de más de 200 escuelas-capillas por toda la diócesis; asimismo funda en Madrid el Instituto Social León XIII y el Colegio Mayor Pío XII. El papa Pablo VI, reconociendo su generosa entrega y servicio en pro del Bien Común, le crea cardenal de la Iglesia en 1965.

Ángel Herrera Oria es Hijo Predilecto de Santander (1965) y de Cantabria (2004), y su causa de canonización actualmente está estudiándose en Roma.
 En Santander, a 30 de junio de 2017, 70 años después.

viernes, 19 de mayo de 2017

Menéndez Pelayo o la perennidad del espíritu español. A los 105 años de su fallecimiento

Estudiosos de la obra del Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912), cada 19 de mayo, acuden a Santander, a su Biblioteca ‒“la meca” del hispanismo‒ para reconocer públicamente la fecundidad de su oceánica producción bibliográfica. Unámonos al homenaje, evocando su pensamiento que no ha perdido su actualidad en el tiempo presente.

El polígrafo santanderino continúa erigiéndose hoy en “despertador de la conciencia española”, y en baluarte defensor de la grandeza de España y la altura de miras de sus naturales. Sus enseñanzas presentan el patriotismo como el amor al estilo de vida y a la cultura característica de la tierra en donde uno nació o vive, frente a actitudes etiquetadas como “nacionalistas”, persistiendo tozudamente en reafirmar las diferencias propias de “su” cultura y en enfrentarse “por sistema” contra todo lo existente fuera de ella. Por lo que no debe soliviantarnos quién cuestione la naturaleza de nuestra patria, especialmente si muestra espurios argumentos, ya que estas posturas incorporan como prácticas habituales la sospecha y la crítica, propias de nuestra época contemporánea.

Lo que metafísicamente España es ‒pese a quien le pese‒ se ha ido configurando con el paso de los siglos, conformándose lo que actualmente es: una colosal entidad histórica, política, cultural y social. El dilatado recorrido histórico del pueblo español ha servido para fraguar su ser, su tradición, su personalidad y lo que justifica la unidad del diverso conglomerado de sus comunidades agrupado bajo una sola bandera. Los principios fundamentales y perennes de la vida nacional beben del espíritu o “genio nacional” ‒como le gusta llamarlo al polígrafo‒, siendo precisamente ese “genio” el garante que proporciona la continuidad histórica y espiritual a España como entidad nacional.

Don Marcelino apartándose de “exageraciones nacionalistas”, opta por potenciar las singularidades de cada región española, que enriquecen y complementan al tiempo tanto al conjunto de la nación como al resto de regiones que conforman España, sin prescindir, por tanto, de su unidad como patria. El polígrafo declaró públicamente su predilección por la cultura catalana, un afecto únicamente superado por su “Montaña” natal (Cantabria). Así lo manifestó en Barcelona el 27 de mayo de 1888 en un discurso que pronuncia en lengua catalana durante unos Jocs Florals: agradece a Cataluña lo mucho que le influyó en su formación académica, y elogia su lengua declarando que aquellos Jocs constituían “una de les més enérgiques afirmacions del sentit tradicional de la nació espanyola”.

Menéndez Pelayo manifestó un infatigable amor al estudio y al trabajo, sin abandonar los principios y valores de la fe católica que profesaba, lo que en absoluto le obstaculizó para actuar siempre con rigor científico, como corresponde al investigador que sinceramente busca la verdad, natural inclinación de la persona inherente en nuestra humana naturaleza. Su hermano Enrique lo sintetizaba diciendo que “amaba a Dios sobre todas las cosas y a los libros como a sí mismo”.

El polígrafo afirma que resulta innegable que el Cristianismo es el “instrumento” con el cual históricamente España ha alcanzado su máximo esplendor de “unidad de conciencia nacional”, hasta el punto de identificar “lo español” con “lo católico” e incluyéndolo como un elemento esencial en la forja de su entidad. España como nación no se fundamenta en la unidad de lengua (castellano, catalán, gallego-portugués y vascuence son todas ellas lenguas españolas), ni en la unidad de raza (el pueblo español es resultado del mestizaje de muy diversas razas presentes en la península Ibérica a lo largo de los siglos), ni tampoco en la unidad cultural; sino lo que históricamente ha mantenido unidos a los españoles es su fe católica, la cual se erige en el principal elemento integrador del pueblo español ‒concluye el santanderino‒. Así, España resulta expresión de un proyecto común, en el que nacionalidad y religión se identifican.
 
Don Marcelino llama a aceptar nuestra Historia por completo y a demostrar un sano orgullo por ella, porque posee nobles virtudes morales y los altos proyectos del pueblo hispano. Nos encomienda que mantengamos el alto concepto histórico que España posee porque siempre ha tendido a resurgir de sí misma, con mayor o menor acierto: “en medio de la profunda decadencia que agotaba las fuerzas de nuestra nación, todavía el talento y la firmeza de algunos ilustres varones, unido al prestigio tradicional de nuestra grandeza pasada, alcanzaba a mantener en apartadas regiones el decoro de nuestra monarquía; esfuerzo verdaderamente milagroso y muy digno de ser considerado y agradecido”.
 
La aplicación de las enseñanzas del polígrafo permitiría generosas y definitivas respuestas a aquellas “problemáticas” que distorsionan nuestra propia convivencia en común como españoles, con soluciones que emanan de las bases culturales vertebradoras de nuestro “espíritu nacional”: la fe católica y la institución monárquica, pues sin estas referencias actualmente no puede comprenderse ni el ser de España ni el sentir de “lo español”.
 
En "la meca" del hispanismo: la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, a los 105 años del fallecimiento de don Marcelino, 19 de mayo de 2017.